El mundo se ha sumido en el caos últimamente. La tierra se marchita gradualmente, despojándonos del canto de las aves y de la bendición de la lluvia. He regresado a la ciudad por un único propósito: reencontrarme con mi novia y compartir los últimos destellos de vida a su lado. La idea de seguir vagando sin rumbo ha perdido todo sentido.
Pasé horas en su habitación, contemplando los cuadros que pintó con tanto esmero y la ropa dispersa, testimonios de su presencia. ¿SerÃa este el momento de confrontar nuestras realidades? Me lo preguntaba, aunque sin esperar respuesta. "Solo estamos tú y yo, Gutiérrez", me recordaba. Dejé una foto nuestra sobre su cama, un mudo testigo de mi anhelo, esperando que sus ojos la encontraran a su regreso. Desde mi partida, su bienestar me ha inquietado tanto como mi propia ausencia de vida sin su mirada.
"Es hora de volver", le dije a Gutiérrez, aunque sus respuestas seguÃan siendo esquivas. Decidimos hacer algunas compras en el supermercado, pensando en preparar una cena para ella. "Quizás aún disfrute de nuestros sabores compartidos", pensé, mientras una joven que cruzaba mi camino avivaba recuerdos de mi novia en dÃas más felices. Su mirada distante pero andar jubiloso, ajena a las penurias del mundo, despertó en mà una envidia silenciosa. ¿Habré vivido asà alguna vez sin darme cuenta? ¿PodrÃa ser posible despertar a ese estado de ser? No estoy seguro, Gutiérrez, pero como siempre, terminas sumergiéndote en la tranquilidad ajena.